John Lee Anderson nos ofrece un retrato único de los hombres que habitan en Afganistán, un país marcado por un romanticismo que trasciende su cultura y las barreras de los sexos. Descubrimos que los afganos suelen tener comportamientos y actitudes muy alejadas de los estereotipos que habitualmente recibir en Occidente sobre los habitantes de esta parte del mundo. Viajamos, también, para romper con los tópicos.

Los afganos aman las flores, a pesar de que no tienen agua para regarlas. Si un mujaidin —uno de esos guerreros musulmanes que pelearon contra los soviéticos y los talibán— va a una casa de fotografía para retratarse, tiende a posar con un buqué de flores de plástico, y tras él suele haber un telón de fondo pintado con campos de flores. Cuando en 2001 volví a Afganistán y vi al mullah Naquib, un sacerdote musulmán, recuerdo sobre todo un jardín de flores en medio de un terral dentro de su casa. Su guardaespaldas, un hombre rudo, vestido de negro y tostado por el sol,...


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