Mi padre, que era escritor y poeta, se puso en una ocasión a traducir a García Lorca al feroés. Habíamos estado viviendo en Ecuador durante el tiempo en que fue destinado allí, en calidad de especialista en industria pesquera, por parte de la FAO, la organización de la ONU dedicada a cuestiones de alimentación y agricultura. Allí aprendió el suficiente castellano como para ser capaz de leer a los escritores de habla hispana a partir de su lengua original. Sin embargo, tuvo que detenerse ante la palabra «duende» al no poder encontrar un término feroés que pudiera ilustrar ese concepto.
Según decía, alguna gente posee un poder misterioso. Todos lo sienten, pero nadie puede explicarlo directamente. Es algo que tiene que ver con la oscuridad; una suerte de secreto que emerge desde las profundidades de la tierra y que nos proporciona lo sustancial en el arte. No solo en Andalucía o entre el pueblo gitano. La gente que posee «duende» está por doquier; tiene poder y otorga poder a los demás.
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