«Matasiete cortóle el garrón de una cuchillada y gambeteando en torno de él con su enorme daga en mano, se la hundió al cabo hasta el puño en la garganta, mostrándola en seguida humeante y roja a los espectadores. Brotó un torrente de la herida, exhaló algunos bramidos roncos, vaciló y cayó el soberbio animal entre los gritos de la chusma…».
Leer másArticles by: Dani Yako / Martín Caparrós
Jujuy, perfección impenetrable
TRES CRUCES, JUJUY La superficie es blanca refulgente, impecable, implacable. A veces la belleza es así: la perfección impenetrable. Entonces, la belleza es espanto. Aquí, en las Salinas Grandes, el mundo se hace blanco despiadado: plano enorme vacío, claro como una pesadilla, sereno como no se puede ser sereno, inmaculado. […]
Leer másUn oficio de héroes
LA BANDA, SANTIAGO DEL ESTERO Uno dice que anoche, en internet, encontró una historia completa de Batistuta y que qué grande el Bati, que ese sí que la hace quedar bien a la Argentina y el otro le contesta que se la tiene que mostrar. Uno dice que claro, que a […]
Leer másTalleres ferroviarios, Buenos Aires
REMEDIOS DE ESCALADA, BUENOS AIRES Carlitos, por una vez, tuvo razón, pero era otro Carlitos: el verdadero, el que nos hizo reír queriendo, el que no jodió a nadie. Aquel Carlitos tuvo razón pero se le pasó: era cierto que la potencia de las máquinas hacía máquina al hombre. Carlitos […]
Leer másMonteros, Tucumán
MONTEROS, TUCUMÁN Fuimos lo que seríamos, somos lo que no fuimos, y en el medio poquito: así nos va, diría el optimista. Durante buena parte de su historia, la Argentina basó su idea de sí en la espera de un futuro prometido: era, en lo individual, m’hijo el dotor y, en […]
Leer másEl carbón de Río Turbio
Primero trabajaron; después, si acaso, los hombres empezaron a narrarlo. Y sus relatos fueron cambiando con los días. Hubo tiempos en que el trabajo fue la condena que el hombre recibió por su soberbia: por su ambición desmesurada. El fulano se pasó de listo; para disciplinarlo –para ponerlo en su lugar– un tal Dios lo condenó a ganarse el pan con el sudor de su frente. Sólo así podía justificarse semejante castigo. Y así nos fue, durante siglos: trabajar era algo que quien podía despreciaba.
Leer más