«Hay algunas cosas de las cuales prefiero no hablar», dice al teléfono, «es complicado para mí ir repitiendo y reviviendo según qué momentos». Días después, y minutos antes de la presentación de su libro, Ahmad cambia de idea: “da igual, pregunta lo que quieras, tengo que hacerlo, me lo prometí». Con esta promesa, Ahmad justifica y consolida su decisión de explicarlo todo. Según él, es imprescindible que las personas que consiguieron llegar a Europa sigan explicando por qué huyeron de Siria y cómo fue el peligroso, largo y pesado trayecto hasta el nuevo destino. En su caso, Catalunya.

En julio de 2021, casi cuatro años después de haber llegado a Barcelona, Ahmad publica Todos los Ahmad del mundo con Plataforma Editorial en un intento de sintetizar un camino de horrores y eternas esperas. Ahmad nació en enero de 1992 en la ciudad de Al-Thawra. Ya de pequeño, el mundo del escenario había despertado interés en él, hacía teatro de forma amateur mientras aprendía a ser un buen actor. Cuando tenía 15 años decidió dejar de estudiar y, con su hermano mayor, se fue al Líbano a trabajar. Años después llegó el momento de hacer el servicio militar obligatorio en Siria.

Ahmad describe en su libro la crudeza del servicio militar en su país, donde los hombres afrontaban condiciones muy duras en una experiencia que le costó soportar. Una mañana decidió que ya había tenido bastante y simuló un dolor en el vientre que no le permitía levantarse de la cama. Después de mucho actuar, el general accedió a enviarlo al médico. En el hospital, el reconocimiento del doctor confirmó, para sorpresa de Ahmad, que tenía piedras en el riñón, hecho que imposibilitó su continuidad en el servicio militar. Era 2011, la guerra de Siria había empezado.

Todavía hoy se ríe recordando su actuación en el ejército que, de alguna manera, le salvó la vida. Haber seguido allí habría significado luchar en una guerra que, como dice, siempre paga el pueblo. Aun así, pudo volver a su casa, una ciudad tomada por el Estado Islámico donde, entre otras muchas cosas, el teatro se había prohibido. A partir de aquí, y sin saberlo todavía, su relación con el escenario cambió. «Cuando era niño me gustaba hacer teatro, ahora hago teatro porque necesito enviar un mensaje al mundo», confiesa.

Cuando Ahmad salió de Siria pensaba llegar a Alemania poco tiempo después. Pero no fue hasta llegar a Grecia, después de todo el trayecto cruzando Turquía, que se dio cuenta de que no sería así. A principios de 2016, las fronteras europeas fueron cerrando, dejando a decenas de miles de personas estancadas en el país heleno sin posibilidades de movimiento. «Nos dijeron que la espera en el campo de Nea Kavala podría durar meses, quizás años. Fue entonces cuando enfermé». Aquella espera hizo que Ahmad se planteara volver a Siria, pero poco después llegó Paramythádes, una compañía de teatro que apostó por crear un grupo en el campo. «Aquello me permitió ver la luz, yo no veía ningún tipo de futuro, no sabía si avanzaría, si volvería a Siria o si moriría en el campo, pero llegaron ellos y yo volví a vivir. Me salvaron de morir lentamente de miedo y desesperanza», recuerda Ahmad. El vínculo entre él y el teatro se intensificó en Nea Kavala: «en aquel momento vi claro que, a pesar de la situación, el teatro me hacía feliz y me permitía vivir».

«Cuando era niño me gustaba hacer teatro, ahora hago teatro porque necesito enviar un mensaje al mundo»

A pesar de la dureza del camino impuesto por las fronteras de la Unión Europea, Ahmad consiguió llegar a Madrid y posteriormente se instaló en Catalunya. Desde entonces ha continuado con su carrera, no solo como actor sino también como colaborador, doblador y traductor de obras artísticas en el mundo del teatro y el cine. Ahmad ha participado en proyectos como el musical Maremar de Dagoll Dagom, con la redacción de textos y una valiosa aportación sobre el contexto social y emocional de los trayectos migratorios. Además, ha aparecido como actor en la película La mujer ilegal y a la obra de teatro Emocions en guerra, con Marc Pujol. Trees never get tired es el título de su monólogo que recorrió las salas de Barcelona y últimamente ha colaborado con la película Mediterráneo como doblador y traductor. En cuanto al cine, Ahmad ha firmado recientemente la compra de derechos de su libro para hacer una adaptación cinematográfica.

Visita de Ahmad Alhamsho a un ensayo del espectáculo Maremar de Dagoll Dagon (Dagoll Dagom)


De los campos de Grecia al barrio gótico de Barcelona

A principios de 2020, el Teatro Maldà del barrio Gótico de Barcelona estrenó Alhayat o la suma dels dies, una obra de teatro dirigida por Aura Foguet, también dramaturga conjuntamente con Laia Foguet y protagonizada por Georgina Latre, Manar Taljo y Moha Amazian. Desde entonces ya van tres temporadas en el Maldà. La historia de Alhayat empieza el verano del 2016, cuando Laia y Georgina viajaron a Grecia como voluntarias de apoyo a las personas en busca de refugio. Allí conocieron a Manar, que viajaba con la compañía de teatro Paramythádes hacia el campo de Nea Kavala.

Georgina y Laia se instalaron en el campo de Lagkadikia, cerca de Salónica. «Viajábamos sin tener muy claro dónde íbamos, sin mucha planificación, pero todo estaba desbordado», recuerda Laia. «Los jóvenes no tenían nada que hacer en todo el día y nuestro propósito era ofrecer clases de inglés y ocio; juegos y actividades dentro de las posibilidades que teníamos». Laia, como otras muchas personas voluntarias, recuerda los campos como una realidad muy extrema que, al volver, se transformó en una impotencia muy grande. «Cada uno se expresa como se expresa y mi manera fue hacerlo con una obra de teatro, intentando aportar algo y acercar aquellas personas. Teníamos que sensibilizar haciendo lo que nosotros sabíamos hacer», justifica Laia.

En 2016, las personas en busca de refugio ocuparon titulares ligados a las condiciones en los campos de refugiados y los repartos entre los países de la Unión Europea; a la espera, en cambio, no se le daba importancia. Esta fue la reflexión de Laia: «¿Cómo se vive abandonado en un lugar donde no se puede hacer nada? Quizás es la condena más grande, un lugar que no existe, días y días sin nada que hacer y sin perspectivas de futuro. Esta idea me atormentaba; además, todo aquello lo hacíamos los países europeos».

Laia recuerda que a pesar del horror, la vida en el campo era muy intensa: «Las personas éramos capaces de reír, de bromear, de amar y de ser felices en algún momento. A veces la vida se imponía gracias al hecho de estar entre personas y gracias a la cultura». Los libros, el teatro y las clases ayudaban a distraerse. La espera y la cultura como imposición de vida acabaron cociendo a fuego lento Alhayat o la suma dels dies.


Sonido, luz y movimiento

«Que el arte tenga capacidad de creación es lo que hace nacer Khaled», así justifica el artista Martí Santcliment el nacimiento de su última obra. Khaled, camí de refugi es una instalación artística con siete espacios que narran historias de personas que han vivido un camino de refugio a través de varios lenguajes artísticos como el audiovisual, el sonido, la música, el poema visual o la luz. Con este carácter escénico, el público hace un recorrido por los bloques, que se viven de forma simultánea.

El proyecto tiene sus orígenes alrededor de 2017, cuando Martí y Khaled se conocieron a raíz de la orquesta Orpheus XXI, que dirige Jordi Savall. «Khaled me explicó que su trayecto suponía una herida muy difícil de sanar, pero que creía que el arte lo podía ayudar a explicar cosas que no podía hacer con palabras. Me pareció interesante que coincidiéramos en considerar el arte como una herramienta de sanación» explica Martí.

¿Cómo se vive abandonado en un lugar donde no se puede hacer nada? Quizás es la condena más grande, un lugar que no existe, días y días sin nada que hacer y sin perspectivas de futuro.

Después de un largo y complejo proceso, durante el cual el proyecto cambió tomando forma de instalación con otros testimonios, la creación colectiva resultó en un total de siete personas migrantes y refugiadas que comparten varios significados y connotaciones sobre la palabra refugio. «Si siete personas nos explican qué es un refugio para ellas, quiere decir que puede haber cien, mil y dos mil significados más». El proyecto artístico, además, pretende compartir la idea de que «el refugio no es un lugar, no es una topografía, no es la Europa blanca capitalista; el refugio es una necesidad humana, todos necesitamos uno y si no lo usamos es por nuestro privilegio, y esto nos hace también reivindicar nuestra vulnerabilidad».

Khaled, camí de refugi hace coincidir de forma simbólica el inicio de las revueltas contra Al Assad con el inicio del teatro romano de Bosra como una necesidad de cambio y de entender la poesía como revuelta. «Este teatro hace más de dos mil años era un teatro de creación, y con ella, de sanación. En la antigüedad el teatro tenía por objetivo salvar. El origen de la palabra tragedia proviene de un ritual pagano y milenario que tenía lugar en los espacios públicos como herramienta de salvación. Los rituales con animales acaban sustituyéndose por la palabra y llegamos al teatro en cuanto que sanador», explica Martí Santcliment.

Bloques testimoniales de la instalación artística Khaled, camí de refugi (Clàudia Serrahima)


La cultura como herramienta de transformación social

«Entiendo la cultura como una herramienta para huir», expresa Laia, «es una manera de empoderar, de unir, una forma de que la vida se imponga. A veces necesitamos razones para vivir, y la cultura es una de ellas». Para la guionista y dramaturga, el cine y el teatro ayudan a humanizar, a poner caras y nombres a situaciones que solo se conocen por los informativos y ayudan a acercar otras realidades. Así, según Laia, se cambian conciencias y con ellas el mundo.

Para Martí, el artista y el arte tienen la capacidad de crear el mundo y éste es el principal poder del arte; la creación de referentes, de respuesta y de alternativa, y por qué no, de puntos de vista. «Pienso que el teatro es una especie de metamorfosis para crear nuevas realidades que contradigan lo que puede ser un elemento limitador; explica, dice, traslada y expresa cosas que con el lenguaje es muy difícil, por eso a menudo hablamos de amor y muerte, porque el ámbito emocional se explica más fácilmente con teatro».

«El teatro es todo, el teatro te deja ser quien quieras; si quieres estar triste, puedes estar triste, si quieres ser feliz, puedes ser feliz, si quieres denunciar, denuncias», dice Ahmad, que además considera que el arte es un canal importante para difundir mensajes y asegura que no quiere desaprovechar ninguno: «Mi condición de refugiado me ha ayudado a poder incidir en proyectos que hablan de derechos humanos. Me interesa, quiero dar voz, quiero aportar».

La promesa de Ahmad continúa en pie, él está aquí y tiene que hacer lo posible para difundir las historias de tantos y tantos procesos migratorios como el suyo. «No olvidamos las personas que ven sus derechos vulnerados. Todo aquello que vemos que pasa a otras personas nos puede pasar a nosotros cualquier día».

 

Fotografía de cabecera: Georgina Latre, Manar Taljo y Moha Amazian, protagonistas de ‘Alhayat o la suma dels dies’ (Companyia La Viciosa)


Pieza publicada en el marco del ciclo ‘La voz de los refugiados

 

Para conocer más sobre las expresiones artísticas en materia de refugio:

Todos los Ahmad del mundo, libro del autor Ahmad Alhamsho

La mujer ilegal, disponible en Netflix

Alhayat o la suma dels dies: Octubre y noviembre en Barcelona Districte Cultural

Khaled, camí de refugi: Fira Mediterrània de Manresa, 15, 16 y 17 de octubre. Montornès del Vallès del 2 al 7 de noviembre. Festival Loop de Barcelona del 17 al 21 de noviembre.